Este servicio, por otro lado, era frecuente en los prostíbulos del Japón antiguo
Porque, aunque suene cliché, absolutamente nadie puede quererte si primero no te quieres tú a ti. Nadie puede satisfacerte, si primero no sabes qué te satisface. Absolutamente nadie puede romper esa amargura, si no haces tú algo al respecto.
